lunes, 11 de junio de 2012

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Me quedé sin palabras, sin nada que decir. Yo era el sujeto y mi lengua el verbo, sus ojos la puerta y yo la contraseña, sus labios el fuego y mi boca la hoguera. Y por una vez, sin que sirva de precedente, me quedé sin palabras y sin poesía. Dejé de ser terrestre y me entregué entera a la emoción. Ahora soy un sentimiento que levita por la ciudad, una sonrisa perpetua que busca su boca: Una maraña de sentimientos sin bautismo, una mujer pegada a un teléfono, una trapecista sin trapecio, una monja sin clausura, un despiste sin remedio, una idiota sin sindicato, una predicadora del deseo, una política de su nombre, una reina en mi república, una cursi sin el rosa, un acento y una coma, una terrorista sin sus bombas, una Eva sin manzanas, una hamaca en cualquier playa… Y sigo sin palabras.

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